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jueves, 27 de mayo de 2010

EL PLAN DE HITLER PARA LIMPIAR LA RAZA.


60,000 marcos es lo que esta persona que sufre un defecto hereditario cuesta a la comunidad durante su vida. Alemán, ese es también tu dinero", con este lema un cartel de la Oficina de Políticas Raciales apelaba al bolsillo de los alemanes para justificar un programa nazi que pretendía eliminar a aquellos que Hitler definía como los que "no merecían vivir", el programa que oficialmente duró desde el 1939 al 1941, serviría de ensayo para el posterior Holocausto de los judíos en Europa.La idea de higiene racial, había formado parte de la ideología de Hitler desde el principio. Si los judíos eran considerados un bacilo que debía eliminarse del "cuerpo racial alemán" los discapacitados eran vistos como una parte enferma de este y no merecerían tampoco un final mejor.En Julio del 1933, al poco de llegar al poder los Nazis, estos promulgaron la "Ley de prevención de la descendencia de de personas con enfermedades hereditarias". Esta ley imponía la esterilización obligatoria para personas que sufrían las que se suponía que eran enfermedades hereditarias como la esquizofrenia, epilepsia, enfermedad de Huntington o "imbecilidad". También debían ser esterilizados los alcohólicos crónicos y los que presentaban otras "desviaciones" sociales como prostitutas. Los tribunales de Salud Hereditaria (Erbgesundheitsgerichte) se encargaban de inspeccionar los asilos, casas de acogida, prisiones y las escuelas especiales para seleccionar los que debían ser esterilizados.Un total de unas 360,000 personas fueron esterilizadas como consecuencia de la aplicación de la Ley entre 1933 y 1939. Aunque algunos sugirieron que la aplicación de la ley se extendiera también a las personas con defectos físicos, finalmente no fue así, tal vez porque algunos mandamases nazis hubieran tenido que sufrir su propia medicina como Goebels o Bouhler. La falta de mano de obra que sufrió Alemania a partir del 1937 cuando el país se encontraba en pleno rearme, hizo que el ritmo de las esterilizaciones decayera.Contrario a lo que uno pueda imaginar este tipo de teorías de "darwinismo social" no eran únicas de los Nazis. A principios del siglo XX, la Eugenesia, mejora de los rasgos hereditarios mediante selección "artificial", contaba con muchos seguidores especialmente en Estados Unidos. La idea de esterilización de personas anti-sociales y con este tipo de enfermedades también llegó a tomar forma de ley en Estados Unidos, Suecia y Suiza entre otros. En Suecia por ejemplo 63,000 fueron esterilizadas entre 1935 y 1975.En la Alemania de antes de Hitler este tipo de políticas ya habían empezado a arraigar, los que apoyaban las políticas de eugenesia, creían que la medicina moderna y los costosos programas de ayuda social interferían con la selección natural de "supervivencia del más fuerte". Los que apoyaban estas medidas solían ser gente educada tanto de la derecha como de la izquierda. Estas ideas serían absorbidas por el Partido Nazi durante los años 20.Pero los planes de Hitler irían un poco más allá, y haría un aplicación más extrema e intensiva, y pasaría de la esterilización al asesinato. Hitler se había mostrado siempre favorable a eliminar las personas que no "merecían vivir", sin embargo era consciente que la opinión pública no aceptaría este tipo de medidas en tiempos de paz, pero con una guerra todo sería más fácil.De hecho el estallido de la guerra hizo que este tipo de personas fuera visto como más costoso aún, pues a parte de los recursos que necesitaban, ocupaban sitio en hospitales e instituciones que eran necesarios para atender a los soldados heridos o gente evacuada de las ciudades bombardeadas.



El Doctor Hermann Pfannmüller dijo "La idea insoportable que lo mejor, la flor y nata de nuestra juventud, tenga que perder su vida en el frente para que los imbéciles y elementos asociales e irresponsables tengan una existencia cómoda en un asilo".En Mayo del 1939, cuando Hitler ya tenía decidido atacar Polonia. Hitler decidió crear el Comité para el Registro Científico de las Enfermedades Hereditarias y Congénitas Serias, que sería dirigido por su médico personal Karl Brandt. Al poco empezarían los asesinatos de niños. Los médicos eran obligados a informar de todos los casos de recién nacidos con enfermedades graves. El objetivo del plan eran todos los niños menores de 3 años de los que se pudiera sospechar que sufrieran alguna de las enfermedades hereditarias, a las que se le añadía mongolismo, microcefalia, hidrocefalia, malformaciones, ceguera, sordera o parálisis. Un tribunal de expertos médicos daba su aprobación para que el niño fuera asesinado.Como era de esperar los padres no eran partidarios de aplicar este tipo de medidas con sus hijos, particularmente los padres de áreas católicas. Por lo que se recurría al engaño, haciéndoles creer que sus hijos iban a ir a centros especiales donde recibirían los mejores cuidados o incluso disfrutarían de unas vacaciones. En realidad su estancia en estos centros se limitaba a escasas semanas donde era "evaluados" y posteriormente asesinados por inyección letal, sus muertes eran registradas como "neumonía".Posteriormente se aprovechaba el cadáver para realizar una autopsia y se procedía tomar muestras del cerebro para ser usada en posteriores investigaciones médicas. Curiosamente este último paso, dentro de la brutalidad, lejos de remover la consciencia de los médicos y demás personas implicados, les hacía sentirse mejor, pues la muerte no había sido en vano, sino que servía a la ciencia.Con el estallido de la guerra en 1939, el proceso de selección y evaluación se relajó y se extendió a niños mayores y adolescentes, delincuentes juveniles y por supuesto niños judíos. A su vez muchos padres empezaron a sospechar lo que estaba ocurriendo, pues se hizo muy evidente cuando se estaba procediendo a eliminar las instituciones que se encargaban del cuidado de estos niños. En estos casos se pasaba las amenazas de quitarles la custodia o trabajos forzados.

En 1941 el número de niños asesinados ya se elevaba a más de 5,000.La guerra también fue aprovechada para extender el programa a adultos con discapacidades, los primeros serían pacientes de instituciones de la recién invadida Polonia, en total unos 17,000 entre fusilados y gaseados. Esta práctica se adoptaría también en Alemania, donde llegaría se llegaría a aplicar de manera sistemática. Así se ordenó que los hospitales y los centros de cuidado de niños y mayores debían informar del estado de los pacientes que llevaran más de 5 años internados, muchos doctores exageraban la gravedad del estado de estos enfermos pues pensaban que la intención era emplearlos en trabajos forzados. Los pacientes judíos fueron asesinados durante el 1940. Para entonces el programa T4 ya contaba con seis instalaciones de gaseamiento.Como pasaba con los niños una tribunal médico examinaba cada caso y al igual que ocurrió con ellos a medida que la guerra avanzaba el rigor de estos tribunales era menor, muchas veces los médicos que decidían ni si quiera veían el paciente. También los métodos de eliminación evolucionaron pasando de la inyección letal a las cámaras de gas.Con la finalidad de confundir a las familias primero se enviaba a los enfermos a hospitales de tránsito y finalmente llegaban los centros de "tratamiento especial", con la excusa de la guerra se decía a las familias que las visitas estaban restringidas, aunque realmente los enfermos eran asesinados a las 24 horas de su llegada a estos centros. Posteriormente las familias recibían un certificado de defunción con una causa y fecha ficticia y una urna funeraria con cenizas que se suponía que eran de su familiar, pero rara vez lo eran porque las ejecuciones se realizaban en masa. A veces incluso se pedía a las familias que sufragaran los costes funerarios.Conscientes que el programa T4 despertaría el rechazo de la opinión pública las autoridades nazis lo intentaron mantener en secreto, aunque fue del todo imposible debido al gran número de doctores, enfermeras y funcionarios implicados, algunos llegaron a explicar más que lo que debían, algunos cuando estaban borrachos. Aunque el programa fue ampliamente aceptado por los médicos.El programa T4 finalmente se convirtió en un secreto a voces. Unas veces las causas de muerte de aparecían en los certificados eran imposibles, apendicitis en un enfermo sin apéndice. Otras veces, casualidades difíciles de creer como que todos los niños "especiales" de un mismo pueblo que habían ido de colonias y murieran por neumonía el mismo día. También despertaban sospechas los autobuses cargados de enfermos de los que nunca más se sabía nada más, excepto los inquietantes humos que salían de las chimeneas de estos centros. Otros casos son aún más siniestros como la aparición de cenizas con pelo humano en las calles de Handamar, pueblo que albergaba uno de los centros de "cuidados especiales".Un rumor, en este caso falso, que afirmaba que los soldados mutilados provenientes del frente ruso corrían la misma suerte, incrementó los temores y alentó las voces críticas incluso dentro del partido. Finalmente fue en 1940, cuando las protestas y presión populares aumentaron, especialmente en círculos católicos. Varios obispos pero en especial el de Munster, Clemens August von Galen el León de Munster, denunció el programa en varias pastorales y escritos. Sus sermones no fueron publicado por la prensa alemana pero circularon en panfletos ilegales. Galen no fue arrestado por el temor a una revuelta popular, aunque se tiene constancia de que había planes de eliminarlo "después de la victoria final". Otros sacerdotes católicos que se opusieron, eran menos conocidos y acabaron en la cárcel o en campos de concentración.Las protestas se acabaron extendiendo a Baviera, donde una multitud increpó a Hitler en persona, la única vez durante sus 12 años de mandato. Finalmente Hitler consciente que no se podía permitir una confrontación con la iglesia en tiempos de guerra decidió cancelar el programa el 24 de Agosto de 1941. Por otra parte la invasión de la Unión Soviética posibilitaba nuevas oportunidades al personal del T4 para aplicar sus conocimientos en la "solución final del problema judío". En 1942 se reemprendió aunque de manera local y a menor escala, las victimas ya no eran asesinadas en instalaciones de gaseamiento centrales, sino por inyección letal o sobredosis de drogas en varias clínicas dispersas por toda Alemania y Austria, si bien otras veces se optaba por dejarlos morir de hambre, sin duda más barato y cruel.Se estima que hasta 1941 habrían sido ejecutados entre 75,000 y 100,000 personas, aunque el Tribunal Militar Internacional de Nuremberg se calculó que el número total de víctimas fue de 275,000.

VÌCTIMAS DE LA GUERRA...









LOS NIÑOS DE HITLER

Nacieron de un programa nazi para crear una «raza superior» étnicamente pura. La dolorosa búsqueda para descubrir sus raíces.
Ahora Helga Kahmarau tiene 53 años. Desde pequeña siempre tuvo la sensación de ser diferente. Nacida en la Alemania nazi, al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, Helga tiene vagos recuerdos de elegantes entornos, hombres de apariencia importante en nítidos uniformes, una vida de privilegios y comodidades. La madre de Helga había sido una secretaria en los despachos tanto del principal asesor de Hitler, Martin Bormann, como del Ministro de Propaganda Nazi, Joseph Goebbels, pero Mathilde Kahrau se negaba a decir nada más de la guerra. Fue sólo después de la muerte de Mathilde, en 1993, que Helga comenzó a examinar su pasado familiar... y se horrorizó por sus hallazgos.
Sus padres casi ni se conocían. Su madre, una fervoroza nazi, conoció al padre de Helga, un oficial del ejército alemán, en Berlín, durante una fiesta por la conquista hitleriana de Francia, en junio de 1940. Sostuvieron una relación de una noche y, nueve meses después, Mathilde dió a luz en un hogar de Lebensborn -o Fuente de Vida- en las afueras de Munich. El recinto era uno de varios instalados en la Europa ocupada por las temidas SS de Heinrich Himmler, para cuidar de mujeres solteras embarazadas, cuyas características raciales -cabello rubio, ojos azules, sin ascendencia judía- correspondían al ideal ario de los nazis. Al nacer, Helga fue ungida una de los escogidos del führer, parte de la generación de niños «racialmente puros» que poblarían el imperio alemán. Posteriormente, su madre envió a Helga al cuidado de un oficial de alto rango en la policía secreta nazi. Ella creció en un enclave nazi en las afueras de la ciudad de Lodz, en la Polonia ocupada, mientras su padre adoptivo contribuía a supervisar las ejecuciones con gases tóxicos de miles de judías en el vecino campo de concentración Chelmno. «Pasé mis primeros cuatro años bajo la crianza y tutoría de la elite nazi», dice. «Estuve relacionada, de manera fundamental, con asesinos»
Helga y otros miles de europeos de mediana edad luchan contra las consecuencias de uno de los experimentos sociales más alarmantes del nazismo: la creación de una «raza superior». Después de la guerra, muchos de los niños de Lebensborn crecieron vilipendiados como descendientes de los nazis y atormentados por la incertidumbre de sus orígenes.
Aquellos que trataban de obtener respuestas eran, con frecuencia, frenados por los alemanes renuentes a confrontar su pasado nazi. Sus padres naturales o adoptivos a menudo guardaban silencio acerca del programa de Lebensborn; la prensa alemana no informó, durante décadas, de los experimentos raciales de Himmler. La destrucción de miles de expedientes alemanes de Lebensborn por las tropas de la SS durante los últimos días de la Segunda Guerra Mundial agudizó el misterio sobre la identidad de los niños. Pero hace poco, algunos de los 20 mil niños de Lebensborn han estado obteniendo respuestas. En diciembre, periodistas de la televisión alemana descubrieron mil expedientes de Lebensborn olvidados desde hace mucho tiempo en un archivo del gobierno alemán en Berlín, y dos organizaciones noruegas están ayudando en este momento a que muchos nacidos durante la guerra encuentren las huellas de sus padres.
El programa Lebensborn fue el resultado directo de la obsesión de los nazis respecto a la desigualdad racial. A los alemanas se les alentaba a tener muchos niños. En 1933, la dictadura nazi declaró ilegal que las mujeres arias se sometieran a abortos. Las SS de Himmler luego construyeron 20 hogares Lebensborn en Alemania y otras naciones europeas, donde las mujeres arias podían, discretamente, dar luz a sus bebés ilegítimos. Para garantizar la reserva, la identidad de las madres y de sus parejas -con frecuencia oficiales de las SS- se registraban en expedientes estrechamente custodiados, que se mantenían separados de las actas municipales de nacimiento. Algunas madres conservaron a sus bebés. Pero cientos, por vergüenza o por necesidades financieras, entregaron a sus niños para adopción o los abandonaron.
La suerte de los niños fue mucho más cruel en Noruega. Los nazis admiraban la sangre vikinga de los noruegos y cuando Alemania la invadió, en 1940, los comandantes de la Wehrmacht instaron a sus tropas en Noruega a procrear tantos niños como les fuera posible con mujeres noruegas. Miles de mujeres aceptaron. Después de la guerra muchas de ellas y sus hijos fueron hostigados, vapuleados y llamados «cerdos nazis» por sus maestros, condiscípulos y vecinos. Cientos de niños fueron internados masivamente en instituciones. La policía envió a unas 14.000 adolescentes y mujeres que habían sostenido relaciones con soldados de la Wehrmacht a campos de concentración. El jefe del hospital mental más grande de Noruega aseguró que las mujeres que habían copulado con soldados alemanes eran «deficientes mentales» y concluyó que el 80 por ciento de sus descendientes tenían que ser retrasados.
Helga Kahmarau
Paul Hansen arrastró ese calificativo durante décadas. Hijo de una breve aventura entre un piloto de la Luftwaffe y una sirviente que abandonó a su bebé al nacer. Hansen, de 57 años, pasó sus primero tres años en la relativa comodidad de un hogar Lebensborn al norte de Oslo. Pero su vida dio un giro terrible después de la guerra, dice, a causa de su ancestro alemán . Hansen fue trasladado a un centro donde se reunía con Lebensborn no reclamados. Dada su condición de epiléptico, fue rechazado para adopción y fue enviado, junto con otros 20 niños de Lebensborn, a un centro para los que no podían encontrar hogar. Funcionarios del Ministerio de Asuntos Sociales clasificaron entonces a estos niños, mitad alemanes, como retardados y los transportaron a instituciones mentales. Hansen recuerda los días que era insultado y vapuleado por los guardías, y las noches que pasó en dormitorios salpicados de excrementos, escuchando los gritos psicóticos de otros internos. Hansen no obtuvo su libertad hasta cumplir los 22 años.
Encontró un pequeño apartamento y un trabajo en una fábrica, y comenzó a buscar a sus padres. No había acceso a los expedientes noruegos de Lebensborn, pero con la ayuda del Ejército de Salvación en Noruega, supo que su padre había muerto en Alemania en 1952. Le siguió la pista a su madre hasta la población de Pasewalk, en Alemania Oriental. En 1965 viajó allí, pero la reunión fue una decepción. «Yo esperaba que extendiera sus brazos y dijera: ´oh, hijo mío´. Pero no le importó», recuerda. «Cuando le dije que había pasado mi vida en instituciones mentales, me contestó ´¿Y que? No fuíste el único». Hansen jamás regresó.
En los últimos años, Hansen ha encontrado cierta paz. Lo que le ha hecho la vida más soportable, dice, es la creciente disposición de los niños de Lebensborn noruegos de darse a conocer y compartir sus experiencias. Hansen dice que ha encontrado «nuevos hermanos y hermanas» a través de su participación de un grupo de apoyo; la reciente desclasificación de los expedientes de Lebensborn ha permitido a muchos niños de la guerra descubrir a sus padres. El mes pasado,
Hansen y otros seis descendientes de Lebensborn interpusieron una demanda contra el gobierno, solicitando millones de dólares en daños por décadas de tratamiento brutal. En la víspera de Año Nuevo del año pasado, el Primer Ministro de Noruega pareció admitir la responsabilidad del gobierno, al manifestar por primera vez sus disculpas públicas, por el acaso e «injusticia cometidos» contra los niños de la guerra.
Helga Kahrau jamás ha encontrado esa paz. La búsqueda de sus raíces comenzó a mediados de la década de 1970, cuando vio un documental de la televisión alemana sobre el programa Lebensborn. Pero temía preguntar a su madre sobre su historia familiar. Cuando Mathilde Kahrau murió, Helga viajó a Pullach, cerca de Munich, la antigua residencia de sus padres adoptivos y actual sede de la central de inteligencia alemana después de la guerra. Allí descubrió expedientes nazis que aportaban información sobre su padre adoptivo y los crímenes que cometió la servicio de la «solución final». Las últimas piezas encajaron en marzo de 1994, el día de su cumpleaños cuando recibió una llamada telefónica de un hombre que se identificó como su padre natural.
Padre de Helga
Helga se quedó estupefacta. «Le dije: ´¿porqué me llamas después de 53 años?´ A sus 80 y aquejado de cáncer, él le explicó que sus pensamientos se habían vuelto hace poco hacia la hija que había procreado durante la guerra. Se reunieron al día siguiente. «El era encantador», dice, «Fue amor a primera vista». Le contó a Helga de la noche de pasión con su madre, de su servicio militar en el París ocupado, y de su carrera en bienes raíces tras la guerra.. «Se había hecho millononario», dice Kahrau. A medida que empeoraba la salud de su padre, lo atendió ininterrumpidamente, esperando recibir parte de su herencia. Pero cuando él murió en 1996, Helga como hija ilegítima no heredo nada.
En los cuatro años transcurridos, Helga ha encontrado alivio hablando con un psicólogo. Ha visitado varias veces el sitio donde nació, el primer hogar Lebensborn en Steinhöring, cerca de Munich. Pero, a diferencia de Noruega, Alemania no tiene grupos de apoyo para los niños del programa, como tampoco ella ha encontrado apoyo en la sociedad alemana para enfrentar el tema. A Helga le sigue preocupando que la gente presuma que ella es una nazi., porque «crecí al lado de asesinos», dice. «Ser un niño de Lebensborn es todavía motivo de oprobio», admite. Esa vergüenza es el legado de los nazis a aquellos que, según creyeron una vez, heredarían la tierra.
En los últimos años, Hansen ha encontrado cierta paz. Lo que le ha hecho la vida más soportable, dice, es la creciente disposición de los niños de Lebensborn noruegos de darse a conocer y compartir sus experiencias. Hansen dice que ha encontrado «nuevos hermanos y hermanas» a través de su participación de un grupo de apoyo; la reciente desclasificación de los expedientes de Lebensborn ha permitido a muchos niños de la guerra descubrir a sus padres. El mes pasado,
Hansen y otros seis descendientes de Lebensborn interpusieron una demanda contra el gobierno, solicitando millones de dólares en daños por décadas de tratamiento brutal. En la víspera de Año Nuevo del año pasado, el Primer Ministro de Noruega pareció admitir la responsabilidad del gobierno, al manifestar por primera vez sus disculpas públicas, por el acaso e «injusticia cometidos» contra los niños de la guerra.
Helga Kahrau jamás ha encontrado esa paz. La búsqueda de sus raíces comenzó a mediados de la década de 1970, cuando vio un documental de la televisión alemana sobre el programa Lebensborn. Pero temía preguntar a su madre sobre su historia familiar. Cuando Mathilde Kahrau murió, Helga viajó a Pullach, cerca de Munich, la antigua residencia de sus padres adoptivos y actual sede de la central de inteligencia alemana después de la guerra. Allí descubrió expedientes nazis que aportaban información sobre su padre adoptivo y los crímenes que cometió la servicio de la «solución final». Las últimas piezas encajaron en marzo de 1994, el día de su cumpleaños cuando recibió una llamada telefónica de un hombre que se identificó como su padre natural.
Helga se quedó estupefacta. «Le dije: ´¿porqué me llamas después de 53 años?´ A sus 80 y aquejado de cáncer, él le explicó que sus pensamientos se habían vuelto hace poco hacia la hija que había procreado durante la guerra. Se reunieron al día siguiente. «El era encantador», dice, «Fue amor a primera vista». Le contó a Helga de la noche de pasión con su madre, de su servicio militar en el París ocupado, y de su carrera en bienes raíces tras la guerra.. «Se había hecho millononario», dice Kahrau. A medida que empeoraba la salud de su padre, lo atendió ininterrumpidamente, esperando recibir parte de su herencia. Pero cuando él murió en 1996, Helga como hija ilegítima no heredo nada.
En los cuatro años transcurridos, Helga ha encontrado alivio hablando con un psicólogo. Ha visitado varias veces el sitio donde nació, el primer hogar Lebensborn en Steinhöring, cerca de Munich. Pero, a diferencia de Noruega, Alemania no tiene grupos de apoyo para los niños del programa, como tampoco ella ha encontrado apoyo en la sociedad alemana para enfrentar el tema. A Helga le sigue preocupando que la gente presuma que ella es una nazi., porque «crecí al lado de asesinos», dice. «Ser un niño de Lebensborn es todavía motivo de oprobio», admite. Esa vergüenza es el legado de los nazis a aquellos que, según creyeron una vez, heredarían la tierra.

LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL Y SUS CARACTERISTICAS.







La Segunda Guerra Mundial fue el conflicto aramado más grande y sangriento de la historia mundial , en el que se enfrentaron las potencias aliadas y las potencias del eje, entre 1939 y 1945. fuerzas armadas de màs de setenta paìses participaron en combates aèreos, navales y terrestre. Por efecto de la guerra murió alrededor del 2% de la población mundial de la época (unos 60 millones de personas), en su mayor parte civiles. Como conflicto mundial comenzó el 1 de septiembre de 1939 (si bien algunos historiadores argumentan que en su frente asiático se declaró el 7 de julio de 1937) para acabar oficialmente el 2 de septiembre de 1945.